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Siempre hay alguien que daría su vida y mil más por estar a tu lado.

miércoles, 22 de junio de 2011

Helado de limón.

-Lo cierto es que a veces se me olvida.
-Que burro eres, ¿qué queréis para cenar?
+Abuela, déjale que nos lo cuente, por favor.
-Bueno, vale, pero rápido, que luego acabo de preparar la comida y se os enfría.
+Que no, que nos lo vais a contar los dos.
-¿Los dos?
+Sí, que las cosas que nos contáis, siempre son diferentes.
-Bueno, hace ya unos cuarenta años, tu abuela vivía en Rivero, una señorita de mamá muy bien vestida, muy bien peinada, muy bien puesta.
-Vaya por dios, ya estamos criticando.
-Yo no te estoy criticando, bien mona que ibas… Bueno, el caso es que ni por asomo la hubieran dejado salir conmigo, yo era más de calle, más… Menos bueno que el “pretendiente” ese con cara de…
-¡Eh! Cuidado con lo que dices.
-Bueno, haberte ido con él en vez de casarte conmigo.
-Perdona, pero si estoy aquí a tu lado, será por algo.
-Bueno, no nos desviemos. El caso es que ese, llamémoslo “individuo”, se había ganado el corazón de vuestros bisabuelos, claro, cuando llegué yo a la villa, tu abuela y sus quince años bien puestos, estaban saliendo con ese energú…
-¡EH!
-Individuo. Llevaban un año, y si, hace cuarenta años a esa edad, estabas más que comprometida.
-Bueno, el caso es que nos íbamos a casar en cuanto yo cumpliese los dieciséis, ni por asomo lo hagáis ahora, primero los estudios.
-Déjalos en paz mujer, estamos a lo que estamos ¿o no? Bueno, recuerdo que fue en primavera, a finales. Tu abuela llevaba puesto un pantalón corto y alto, con un cinturón marrón y una camiseta ajustada de color carmín. Llevaba una carpeta en la mano y se iba comiendo un helado. Yo iba con mi bicicleta por esa calle justo cuando salió de su portal, y… ¡hay dios me libre!
-Cerdo.
-Los niños, mujer, los niños.
-Los niños tienen dieciséis años.
+Venga, ¿qué pasó?
-Bueno, yo no ví a vuestro abuelo en un principio…
-Si lo hiciste, y al hacerlo te di miedo, y fuiste por la otra calle.
-Hombre, si te hubieras cortado un poco: “guapa, ¿dónde vas tú sola a estas horas, te acompaño?”.
-Exagerada…
-¡Y CON ESAS PINTAS! Válgame el cielo.
-Uis, perdona ricachona. El calo es que me puse a perseguirla, y empecé a dar vueltas con la bicicleta a su alrededor: “¿de qué es el helado muñeca?”
-”De limón, idiota”
-Si, era de limón… Bueno, el caso es que le dije que me encantaba el limón, así que le quité el helado, y en un descuido me desequilibré y me caí encima de ella, con el helado y la bicicleta.
-Y todos mis apuntes volando por Rivero…
- En ese momento me asusté un poco, y lo primero que hice fue ayudarla a levantarse e intentar limpiarle la mancha de helado de su camiseta, y vuestra abuela que es tan mala interpretando, me solmenó un bofetón.
-No vamos, me metiste mano.
-NO TE METÍ MANO, llevo más de cuarenta años diciéndote que NO TE METÍ MANO.
-Me enervas.
-Y tú a mi. Bueno, el caso es que ella cogió su carpeta, los apuntes de por el suelo, me miró con cara de asesina en serie, y se fue al grito de: “haber cómo les explico yo ahora a mis padres por qué me manché la camiseta de Lacoste”. Qué pija era…
-¿Perdona?
-Nada, nada…
-Tres días después de eso, había en mi portal un paquete, y dentro una camiseta exactamente igual que la que me había estropeado.
-UNA SEMANA AHORRANDO Y TRABAJANDO CÓMO UN ENANO, por una chica a la que había visto una sola vez, para que luego diga que no la quiero.
-Bueno, bueno…
-Me costó un ojo de la cara, y recuerda que mi nivel social era mucho más bajo que el tuyo… ¿Cómo competir contra un “individuo” que podría comprarle la tienda entera? Muy fácil, destruyéndole.
-No digas burradas, no te enteraste de que existía ese “individuo” hasta nuestra primera cita, y ya habíamos coincidido más de una vez.
-Bueno, el caso es que vuestra abuela, en un acto de desesperación, salía de su portal todos los martes a la misma hora en la que nos habíamos encontrado, pero no estaba enamorada de mi eh…
-¿Y tú qué?
-Yo era un alma libre e incomprendida.
-Tú lo que eras era un cara dura.
-Bueno, el caso es que la acompañaba hasta su clase particular todos los martes, no solíamos hablar mucho durante el trayecto, nos limitábamos a ir uno a cada lado de la calle y mirarnos de vez en cuando, hasta que un día aparecí sin bicicleta y con un helado de limón para ella.
-Y con todo su valor se acercó a mi y me dijo: ¿quieres salir conmigo?
-Fue entonces cuando me contó lo del mamo…
-¡EH!
-”Individuo”.
-Eso… Pero el abuelo en aquellos tiempos tenía tanto pelo y era tan guapo, que a mi no se me ocurrió otra cosa que salir con él a escondidas. Empecé a dejar de ver a mi comprometido, a no ir a clase particular para poder estar con él. Hasta que un día llamaron a casa de vuestros bisabuelos, me habían pillado.
-Y la castigaron tantísimo tiempo que casi me muero.
-No seas tonto, que tan sólo estuve una semana encerrada, hasta que les conté todo lo que había pasado, y tú que pensabas que jamás te aceptarían, ¿y sabéis que pasó? Mi madre se levantó con una alegría enorme y se acercó a mi y dijo: menos mal, a mi ese otro novio con el que te quería ajuntar tu padre, no me caía nada bien.
+¿Y qué pasó?
-Pues que vuestro bisabuelo se ofendió, y discutieron mucho durantes semanas, hasta que vuestra abuela llegó a casa con un anillo en la mano y dijo: en dos meses, me caso.
-Y nos casamos, y aquí estamos, cuarenta años después.
-Sí, por cierto, ¿qué decías que ibas a hacer de cena?

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